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Reconocer el mérito de la madre

Writer's picture: Soraya LaraSoraya Lara

Pregunta de la lectora: Tengo 59 años y soy divorciada. Mi madre convive conmigo y

nuestra relación es tensa. Quiere opinar en todo y decirme lo que tengo que hacer.

Peleo mucho, aunque después me arrepiento. No tengo deseos de cuidarla. Es mi

turno para vivir. ¿Qué me aconseja?


Respuesta de la terapeuta: Usted pertenece a una cultura que valora y reconoce a las

personas que son responsables con sus padres, que tienen la capacidad de cuidarlos, proveerles una alimentación adecuada y de asegurarles un ambiente de seguridad.


Cuidar a los padres es una responsabilidad de todos los hijos, no es exclusiva de uno

solo. Pedir apoyo a los otros miembros de la familia previene el desgaste de la

cuidadora.


Usted se encuentra en una etapa en la que los hijos tienen la oportunidad de

reciprocar a sus padres, de acuerdo con los méritos por haber sido amada, cuidada,

protegida y de disfrutar de un contexto de seguridad, orientación y guía.


Si usted tiene la percepción de que su madre no es digna de ser reciprocada y de

recibir los cuidados de acuerdo con su edad, se creará un desbalance y no se sentirá

comprometida.


Quizás sus expectativas y demandas como hija no fueron satisfechas y acumuló

sufrimientos. Si ha contabilizado el desmérito, es probable que inconscientemente

desee desquitársela evadiendo responsabilidades.


Ahora bien, usted también tiene el derecho a disfrutar de su etapa con libertad y hacer lo que le guste. Una alternativa sería buscar apoyo familiar o una persona que le ofrezca soporte.


Debe aprender a tratarla sin reaccionar agresivamente ni personalizar sus actitudes ni sus comentarios. Usted puede tener control de la situación, pero su madre se

encuentra en una etapa de mayor vulnerabilidad y dependencia.


Si usted reconoce que puede causarle daño y lastimarla con sus reacciones y que no

tiene la capacidad o el deseo de cuidarla y proveerle un contexto seguro y confiable,

sería conveniente que se oriente con algún especialista en geriatría para que le

psicoeduque y ofrezca nuevas alternativas.


Las personas envejecientes pierden habilidades, se deprimen, son vulnerables, sus

habilidades para enfrentar la vida se reducen y la relación con sus hijos se modifica.


Si usted concluyó en que no quiere cuidarla, es preferible buscar quien le sustituya y le ofrezca una buena atención, aunque usted supervise, pues de lo contrario, se corre el riesgo de maltratarla.




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