Pregunta del lector: Mis hijos nunca han sido de buen comer. Le digo a mi pareja que no insista, que se les pasará. Teme que se expongan a desarrollar un trastorno de alimenticio o que padezcan anemia. Discutimos por esto. Creo que a nuestros hijos les hacen más daño nuestras discusiones que no comer bien.
Respuesta de la terapeuta: Las discusiones continuas y sobre un mismo tema podrían generarles estrés, tanto a ustedes como a ellos.
Son discusiones y tensiones predecibles que ocurren en torno al hábito de la alimentación. Es probable que estén repitiendo el comportamiento por años, pero ahora son conscientes, con un incremento en las discusiones.
Quizás ustedes no puedan identificar si la negativa de alimentarse adecuadamente fue una respuesta a sus discusiones. Lo importante ahora es modificar la pauta y lograr que se alimenten con calma e ingieran los nutrientes necesarios para las respectivas etapas de desarrollo.
Revisen y depongan sus actitudes y eviten los ataques y contraataques delante de ellos.
Establezcan un horario y un lugar fijo para las rutinas de desayunar, almorzar y cenar, elaboren un menú junto a ellos. Cuando se sienten en la mesa dejen que ellos se sirvan sus alimentos.
Esfuércense en no controlar, esperen que elijan sus alimentos y conversen sobre temas de interés para ellos. Hagan que esas horas sean placenteras.
Si perciben que uno u otro va a iniciar con la pauta anterior, traten de no reaccionar y mantener el buen clima afectivo y el tema de interés colectivo. Los hijos requieren de un hogar tranquilo y padres que les transmitan calma, seguridad y confianza.
Como padres también tendrán que disfrutar de una experiencia nueva y de ese momento junto a sus hijos.
Ustedes dirán, y si a pesar de hacer este esfuerzo vemos que no comen bien, ¿qué hacemos? En primer lugar, le diría, que para lograr que ocurra un cambio de hábito deben hacer lo mismo por 21 días.
Cuando no coman, por lo menos lo mínimo esperado, les dirán que no podrían hacerlo hasta el próximo almuerzo o cena. Aprenderán que no tener privilegios es desagradable. Sentirán hambre y pedirán sus comidas. Ustedes las ofrecerán tranquilamente y sin comentarios.
Dense la oportunidad de cambiar hábitos y disfrutar de ese momento junto a sus hijos.
El entendimiento y el compromiso entre ustedes harán la diferencia.
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