Pregunta de la lectora: He dejado de amar a mi pareja. Durante mucho tiempo le
expresé lo que me hacía sufrir. Se mostró siempre indiferente y me acusaba de ser el
problema. Ahora que le digo que quiero separarme me pide una nueva oportunidad y
afirma que cambiará. ¿Cree que pueda volver a amarlo?
Respuesta de la terapeuta: En primer lugar, quiero destacar su actitud o desvinculación
afectiva de su pareja. Cuando el amor desaparece no se busca y se encuentra como si
se tratara de un objeto.
El amor se nutre de los intercambios afectivos, de la cercanía emocional, de la empatía
mutua, el tiempo compartido, la lealtad, la confianza, el cuidado en conjunto de los
hijos y de las buenas relaciones con las familias de origen.
Cada miembro de la pareja posee su autoestima, que se manifestará en la convivencia
y en la formación y consolidación de la autoestima común, que se reflejará en el
aprecio, la valoración y la aceptación mutua. Si la admiración se desvanece, aparece la
indiferencia, apatía y desencanto.
Suele ocurrir que la persona más motivada activa diferentes mecanismos para
mantenerse enfocada en la relación y despertar el interés en el otro. Hace grandes
esfuerzos para recuperar la atención, la cercanía, el tiempo y los planes en conjunto, y
demanda afectos e invita al diálogo, pero al no obtener las respuestas esperadas, se
desanima y deja de intentarlo.
Entonces, ambos caen en el abismo de la frialdad afectiva y la desesperanza se
acrecienta.
La funcionalidad en la relación marital está sujeta al grado de madurez emocional, lo
que permite a la pareja mantener y respetar sus principios y valores, incluso en los
momentos de crisis y de tensión.
Asumen su cuota de responsabilidad y plantean el conflicto, aunque este sea grave,
para buscar un entendimiento o para enfrentar una separación sin tener que recurrir a
agresiones, descalificaciones y posturas displicentes.
¿Intentarlo? Dependerá de la capacidad de ambos para reconstruir los vínculos,
superar el pasado, de comprometerse con el cambio, desarrollar la resiliencia y la
admiración mutua.
Cada uno tendría que asumir su cuota de responsabilidad en comprender los
problemas que les afectaron y no repetirlos, o por lo menos tener las habilidades para
afrontarlos sin salir lesionados.
La autenticidad, la lealtad y la comunicación sincera serán determinantes, como
también la coherencia, el compromiso y su complimiento.
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