Pregunta del lector: Antes de casarme viví solo por mucho tiempo y aprendí cómo
manejar una casa. Mi pareja y yo, no hemos logrado acuerdos cuando tenemos que
tomar decisiones respecto al hogar y los hijos. Cuando opino para decidir
conjuntamente, me niega todo el derecho. ¿Es mejor no opinar y dejar que se
encargue de todo?
Respuesta de la terapeuta: Retirarse no es la mejor decisión porque las relaciones
interpersonales podrían tornarse más conflictivas en el tiempo. Ella percibirá su
distancia y falta de involucramiento.
Es probable que algunas de las creencias de su pareja estén asociadas a los
estereotipos tradicionales de que en la casa y de los hijos son las mujeres que saben y, por lo tanto, las que tienen que controlar ese entorno.
A muchas parejas con roles tradicionales les cuesta salirse de ese esquema y ajustarse a una convivencia en las que ambos gozan de los mismos derechos, tanto en el ámbito del hogar como con los hijos. Mantienen roles y actitudes polarizadas de acuerdo al género.
Aceptar la inclusión del hombre en las tareas del hogar es todavía un prejuicio, se
asocian con actitudes feminizadas, lo que en la realidad es una distorsión, porque el
hombre puede desempeñar igual o mejor estas funciones que una mujer.
Renunciar a un derecho que le corresponde dentro del hogar y de asumir las tareas
parentales no tradicionales no es asertivo, todo lo contrario, es preferible mantener la actitud para que sus hijos incorporen otro modelo de relación y un padre con
habilidades no tradicionales. Les favorecería en la construcción de una masculinidad
inclusiva en el contexto familiar.
Por milenios a la mujer se le asignó el hogar y la crianza de los hijos como dos de los
roles tradicionales y exclusivos, mientras que el hombre salía de la casa a trabajar y a
buscar el sustento. En torno a estos estereotipos y roles se construyeron creencias que permitieron la distribución del trabajo dentro y fuera del hogar, los hijos quedaron bajo la responsabilidad de la mujer-madre.
En la actualidad, una proporción importante de hombres y mujeres trabajan, lo que
amerita una distribución equitativa en las funciones ejecutivas y parentales dentro del hogar en la que ninguno perciba que es explotado por el otro.
Si la situación persiste, desencadenaría descontentos y frustraciones que se reflejarían en conflictos, silencios y distanciamientos.
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