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Writer's pictureSoraya Lara

El oso, Piolín y la perla.

Una mañana, mientras revisaba la habitación en la que están los juguetes de los nietos y sobrinos pequeños, me asaltó y atrapó la emoción y comencé a tejer la memoria narrativa de la tribu intergeneracional Lara Caba con mi historia familiar.

 

Cuatro generaciones vivas, vinculadas, construyendo una narrativa con experiencias de amor, cuidados, risas, travesuras, aceptación de las diferencias y tensiones propias del ámbito. Así de hermosa es la familia.

 

Titulo este texto así, porque pensaba deshacerme de algunos juguetes y peluches, pero el oso, Piolín y la perla me atraparon y revivieron emociones que me hicieron llorar de amor, alegría y ternura.

 

El oso me lo regaló mi hijo mayor, Yasser. Locompró para mí y, con rostro de felicidad, me dijo: “Mami, mira lo que te compré”. A Piolín me lo regaló mi segundo hijo, Alberto. Fue a un parque de diversiones, participó en un juego donde debía tirar un dardo y acertar para ganar un peluche. Él dijo: “Quiero ese Piolín para mami”. Sabía que amaba aese personaje de dibujos animados que veíamos juntos. No acertó el tiro, lloró desconsoladamente porque quería el peluche y decirme con orgullo que se lo ganó para mí.

 

Mi cuñada Angelita Mármol, que estuvo con su hijo y los míos, me contó que Alberto lloró tanto que el señor que atendía la carpa se lo regaló. Cuando regresó a casa corrió hacia mí y me lo entregó con una carita tan feliz que me conmueve incluso hoy.

 

Mi nieta Amia, con una gran alegría reflejada en su rostro, me dijo: “Aya, mira lo que te traje, una perla”. Hoy, experimento la fuerte emoción de ese día mientras escribo estas líneas. ¿Cómo una niña de cinco años ve en una perla un objeto amoroso que nos une? Ella sabe que me gustan, que las uso y se las he prestado. Hemos compartido la historia de las perlas.

 

Son tantas las experiencias de vínculos de amor con mis otros nietos y sobrinos, que este espacio no sería suficiente para contarlas, pero he querido compartir algunas.


Desde niña aprendí de mi tribu los rituales familiares, las celebraciones de misas, cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes y Día de las Madres, entre otros. También, los encuentros con los tíos, los primos y nuestra abuela, apoyadora por naturaleza, que nos permitían celebrar y jugar sin parar.

 

No existían el miedo ni la discriminación entre primos, nunca nos hicieron sentir que uno era mejor que el otro, solo éramos niños recreando nuestras vidas, apoyadas por los adultos, que disfrutaban ver la riqueza intergeneracional que hoy defiendo a capa y espada.

 

El oso, Piolín y la perla han entrelazado nuestras vidas. Mis hijos y mi nieta expresaron su amor y su vínculo conmigo a través de estas demostraciones,con un objeto que nos enlaza.

 

Como dice Byung-Chul Han, la narrativa da sentido de pertenencia, proporciona identidad, es transmitir la historia escenificándonos a nosotros mismos. No solo somos narradores, sino también constructores de nuestro sí mismo con la auténtica historicidad. Es así como enmarcamos nuestra propia existencia.

 

 

 

 

 

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