Pregunta de la lectora: Cuando se inició la cuarentena, escuché muchos comentarios despectivos respecto a la convivencia familiar. Parecía que la gente le temía más a compartir con la familia que al mismo virus. ¿Qué opina?
Respuesta de la terapeuta: En las últimas tres décadas, la vida social extrafamiliar ha sido activa, de gran auge y bien vista.
No tan solo ha sido asumida por los hombres, sino también por las mujeres que se incorporaron a las altas casas de estudios y a los ámbitos laboral, social y político.
La inclusión de las mujeres ha impactado en la vida familiar y conyugal, lo que ha generado un modelo de relación interpersonal que se aleja un poco del paradigma tradicional.
Además, nos encontramos en una etapa de la humanidad en la que se promueve la individualidad y la autogratificación; se valora menos la colectividad dirigida a un bien común.
El nuevo estilo de vida podría afectar a la pareja que no se percibe como un sistema integrado con las funciones básicas que garanticen su unidad, lealtad, solidaridad, tolerancia, amor y goce, que se enfrentaría al riesgo de quebrarse si no se replantean la vida juntos.
Es probable que las agendas individuales profundizaran las fronteras entre uno y otro, perdiéndose como unidad marital, por lo que el hogar no es visto como el espacio íntimo para disfrutarse, disminuir las tensiones externas y planificar el futuro.
En las parejas comprometidas observamos complicidad, buen trato, afectividad y alegría. Esto no quiere decir que no existan momentos de tensiones, sino, que tienen la capacidad para superarlas sin lastimarse ni ofenderse.
Muchas parejas temen experimentar la intimidad emocional, estar juntos por un largo periodo, pues podría generales tensión e incomodidad y, sobre todo, temor a encontrarse consigo mismo y con la otra persona.
Se les dificulta integrar en su universo emocional a su pareja y a sus hijos. Observan con suspicacia, predominan la desconfianza y el distanciamiento, lo que hace que la convivencia sea muy poco agradable.
La cuarentena es una oportunidad para fortalecerse individualmente, como pareja y como familia como un todo integrado.
Es la ocasión para crear nuevos canales de comunicación en los que se puedan expresar libremente sin los prejuicios que bloquean la posibilidad de diálogo.
Es un tiempo para concederse la libertad de disfrutarse sin temores, prejuicios ni suspicacias.
Es el espacio para aprender a ser en contacto íntimo con el otro.
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