Pregunta de la lectora: Es importante hablar de la crianza de los hijos, específicamente
de los varones, para que sean amorosos y atentos con sus padres, sin sentirse menos
masculinos tomando en cuenta la cultura machista del país y de Latinoamérica en
general. ¿Cuál es su opinión?
Respuesta de la terapeuta: La crianza de los hijos abarca diferentes dimensiones que
van más allá de la alimentación, instrucción, educación y orientación.
La crianza está asociada al estilo de apego y a las competencias parentales que
favorecen la organización del cerebro y los procesos cognitivos-afectivos.
El cuidado de los padres, el buen trato, el amor expresado, la confianza básica
fundamentada en la seguridad que ofrecen los padres se reflejarán en la edad adulta
en las relaciones interpersonales con sus parejas. Se da lo que se tiene incorporado en
la psiquis desde muy temprana edad.
El proceso de introyección es inconsciente, los niños incorporan actitudes, ideas,
creencias familiares y socioculturales, y modelos de relación de las figuras parentales
que son sujetos de introyección previa.
La familia es el grupo primario de socialización familiar y, por lo tanto, de los modos de
relación y comunicación. Este microsistema es básico para la crianza de los hijos.
La cultura machista no favorece a los hombres en sus roles como padres, impide que
se involucren en las actividades de cuidado, como asear, alimentar y expresar
conductas de amor, como besar, acariciar, abrazar, disfrutar de espacios de intimidad
emocional con sus hijos y compartir tareas en el hogar.
Estas conductas tienen un mayor impacto en los hijos cuando observan y
experimentan el bienestar al observar a sus padres expresar el amor y el cuidado hacia
sus parejas en la cotidianidad íntima del hogar.
Asumir el cambio de los comportamientos de rigidez, dureza, distancia emocional,
hostilidad, agresividad y resequedad afectiva, promete una masculinidad más afectiva,
tierna, con capacidad comprensiva y empática.
Estos cambios favorecen en el hombre el desarrollo de competencias parentales que
les fueron negadas por la cultura que destacó en ellos los comportamientos de
hombres guerreros y agresivos capaces de matar a media humanidad con el fin de
dominar y controlar.
Estas características son transmitidas de generación en generación. Cuestionar esas
actitudes y estimular hacia el cambio es un reto que replantea la definición del hombre
con una identidad bien tratante.
Hijos amados, aman a sus parejas sin temor.
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